Nuestro cerebro es causalístico. Necesita buscar una causa a cualquier efecto para poder conformar su esquema de cómo funciona el mundo.
Pero desentrañar el porqué de un malestar, un hábito o una conducta no necesariamente los soluciona. Resuelve la curiosidad y el anhelo de saber dónde se originaron, pero simplemente acabamos descifrando su procedencia y no el problema en sí.
El coaching parte de dónde estamos y se enfoca hacia dónde queremos ir. No podemos enroscarnos en buscar el porqué, sino que nos focalizamos en qué podemos hacer para dejar de estar donde no queremos estar y avanzar hacia un estado deseado.
El coaching es una metodología de cambio, efectiva, clara y eficaz. Partimos de una toma de conciencia -hay que conocer cual es nuestro punto de partida y en qué condiciones nos encontramos- para luego poder explorar dónde queremos ir, siempre basándonos en nuestra realidad.
A partir de ahí, se traza un plan estratégico para poder llegar al destino deseado en un tiempo acotado. Porque no hay cambio si no hay acción. Y la acción se desglosa en pasos a seguir que, sumados, nos acercan adonde queremos llegar.