• El ser humano está biológicamente programado para el cambio, y gracias a nuestra adaptación al cambio hemos evolucionado como especie, pero a su vez, somos altamente resistentes al cambio.

    ¿Por qué ?

    Primero, por qué nuestro sistema cerebral se basa en dos premisas básicas: la economía energética y la supervivencia.

    Cambiar un patrón automatizado, reactivo y de respuesta veloz por otro nuevo conlleva un alto consumo energético. Es un proceso lento y nuestro cerebro se resiste a ese derroche de energía. Aunque el cambio sea para nuestro bien, la función de nuestro cerebro es mantenernos con vida, no hacernos felices.

    Además, cambiar nos aterra ya que pensamos que implica poner en cuestión nuestra identidad. Y si cambio, ¿Qué seré? ¿Quién seré?

    Para que nuestro cerebro nos conceda el derroche energético que implica cambiar, hay que estimularlo, y sólo la motivación de un nuevo escenario posible y mejor para nosotros puede ejercer esta función.

    Y la cuestión de la identidad, en su libro ...

  • Extraordinario artículo de Enrique Campos publicado en el JotDown, no solo por la sublime manera que él tiene de narrar, que también, sino principalmente por la relevancia de lo descrito en su prosa ácida y punzante.

    Una manera cercana y a la vez, muy precisa de desentrañar cómo nuestro cerebro construye la realidad (para cada uno, la suya) y cómo no podemos evitar justificarnos alegando nuestra lógica particular. Aquí, como siempre, unas pinceladas para ir abriendo boca. Hay parte II, estén atentos.

  • Podríamos pensar que la capacidad de aprender se rige por esta fórmula: depende de una habilidad -que podríamos asumir como innata- más el esfuerzo; el empeño que le pongo.

    Pero esta simplista ecuación tiene dos variables importantes que no se contemplan.

    La primera, esta habilidad "presuntamente innata", sin interés, sirve de poco. La buena noticia es que podemos llegar a interesarnos por casi todo. La mala es que, más que el interés, influye nuestra creencia de si vamos a ser capaces o no de aprender, la bien llamada autoeficacia. La creencia en la autoeficacia modula el interés; "me intereso por las cosas que creo que se me dan bien, y pierdo el interés por las cosas que creo que no se me dan bien." Al lorito con esto.

    La segunda, el esfuerzo influye y mucho, pero hay que esforzarse bien, "productivamente". Hay mucho esfuerzo que queda en terreno baldío, ya que nos empeñamos pero nos empeñamos mal. Y no hay nada que genere más frustración que esforzarnos y no ver florecer los frutos de nuestra dedicación. Por eso es importante aprender a aprender.

    ¿Y cómo se aprende?

    ...

  • Una cosa es el placer y otra cosa es la motivación para buscarlo. 

    En su libro, Deseo y PlacerIgnacio Morgano, catedrático de Psicobiología en el Instituto de Neurociencia de la UAB, ahonda en los entresijos de ambos términos. 
     
    La activación de la archiconocida ya, dopamina genera la motivación, las ganas de buscar el placer. La segregación de este neurotransmisor no produce placer en sí, sino que solo impulsa su búsqueda. Dispara las ganas de buscar el placer, pero no genera placer. 
     
    El placer -la obtención final de ese deseo- en cambio, depende más de encefalinas, de endorfinas y de otros tipos de moléculas que son muy ubicuas en todo el cerebro. 
     
    Y hay dos cosas fundamentales sobre esta relación. 
     
    La primera es que nuestro
    ...
  • Un cerebro más atento es un cerebro más feliz, más pausado, más en paz. Más atento en lo único que es veraz y real, el aquí y el ahora.

    De los 70.000 pensamientos diarios que podemos tener, la mayoría son cháchara mental y nos suceden sin elegirlo; son automáticos e inconscientes y, desgraciadamente, poco productivos. Son un ruido percutivo e incómodo, constante e implacable.

    Nos pasamos el día surfeando entre planteamientos que viajan al pasado -a la culpa, a la nostalgia- y la ansiedad e incertidumbre del futuro. Naturalmente, casi nunca estamos en el aquí y el ahora. Nuestra red neuronal se encarga de ello. Nuestro poderoso inconsciente maneja la jugada sin pedir permiso.

    Por eso, para estar presente, hay que forzarlo, ya que biológicamente no tenemos esta tendencia. Hay que provocar estar plenamente aquí, desde la decisión consciente. Buscar el silencio, la soledad y practicarla.

    Forzar nuestra atención dispersa a ubicarse en lo único que tenemos, el ahora.

    Hay que elegir, parar, centrar, para poder estar, como el observado de la realidad que somos. ...

  • Aquí un intento de desgranar los puntos fundamentales del artículo de Martin E. P. Seligman y John Tierney publicado en el New York Timesen Mayo del 2017.

    Filtramos información almacenada en nuestra memoria, para poder generar predicciones y ser capaces de proyectar futuras posibilidades. Ese es el propósito fundamental de la memoria: optimizar nuestra capacidad de enfrentarnos al presente y al futuro a través del análisis de lo acontecido en el pasado

    Podríamos decir así, que las emociones responden a nuestra capacidad cerebral de elaborar respuestas inmediatas, basándose en un análisis de lo sucedido, el objetivo principal de las cuales es guiar el comportamiento y el juicio futuros.

  • A estas alturas, ya nos habremos dado cuenta que nuestro cerebro tiene una tendencia a rechazar la información que contradice lo que "supuestamente" ya sabemos, y, asumimos como cierto, y tiende hacer oídos sordos a una opinión que lo rebata, aunque sea aplastante.

    Es lo que los científicos llaman sesgo de confirmación: "Buscar e interpretar datos de una manera que fortalezca nuestras opiniones preestablecidas". Creo que a todos nos viene a la cabeza, en este momento, algún que otro paciente endémico de dicho sesgo.

    Tali Sharot, directora del Affective Brain Lab en la UCL, en su libro The

    ...
  • Sinceramente, a veces tengo que tomarme la licencia de cambiar algunos títulos de los artículos referenciados aquí, ya que si posteo el original, no me lo lee ni Caín. 

    este, aunque sencillo, y a veces reduccionista, es bastante esclarecedor en el intento de formular como funcionamos biológicamente ante una amenaza. Nada nuevo para algunos, pero nunca está de más recordar qué mecanismos fisiológicos se activan ante el peligro.

    Pero lo más destacable para mí del artículo de Facundo Manés, está en a qué consideramos una amenaza. Ahí está el quid de la cuestión: cómo etiquetamos lo que es o no es un peligro.

    Que ponerse a correr como un desesperado cuando has avistado un león, se entiende, pero que nos asuste cruzar la calle, eso ya es otro cantar. Pero lo importante es que lo vivimos igual, y por lo tanto reaccionamos igual cognitiva y fisiológicamente. Y

    ...
  • De esta maravillosa entrevista a Mara Dierssen, una de las nutriólogas españolas más reconocidas internacionalmente, no me interesa tanto el proceso de la memoria -que también- sino la del olvido.

    ¿Por qué olvidamos? O quizás, lo que aún me parece más curioso, ¿por qué no olvidamos?

    Muchos de nosotros tenemos como película de culto Olvídate de mí(Eternal Sunshine of the Spotless Mind) protagonizada por Jim Carrey y Kate Winslet dónde se nos presenta la atractiva y peligrosa idea de borrar recuerdos dolorosos. Tentadora opción.

    Pero aunque varios de los últimos estudios neurocientíficos sugieren que nuestro cerebro está construido para que olvidemos "ya que el exceso de información puede ser tan dañino como la escasez de información, generando dificultades tanto en la comprensión como en la toma decisiones", no

    ...
  • Quizás es redundante iterar que nuestro cerebro prioriza las opciones de recompensa inmediata por encima de las que dan frutos a más largo plazo. Nuestra toma de decisiones está basada en nuestra capacidad única de prever recompensas futuras.

    Jeff Wise nos propone cómo podemos optimizar esas decisiones a través de lo que él denomina, el "algoritmo". Como muestra un botón, aunque os animo a leer con detalle el artículo completo.

  • Con mucho respeto y admiración, comparto este texto publicado en el País, extracto de la colección póstuma de ensayos "El río de la conciencia" que el célebre neurólogo Oliver Sacks (1933-2015) dejó preparado dos semanas antes de fallecer. 

    Aunque los 10 ensayos ahondan temáticas diversas, todos confluyen en la voluntad de responder a la eterna pregunta que guió la investigación y estudio de Sacks: ¿Qué es lo que nos configura como humanos?

    En este extracto, se sumerge sobre la falibilidad de la memoria. ¿Cuál es la “verdad histórica” y la “verdad narrativa”? ¿Podemos llegar a distinguirlas? Y, ¿Cuál tiene más peso en nuestra experiencia? ¿Lo recuerdas?

  • "El cerebro humano es posiblemente la obra de ingeniería imperfecta más impresionante que exista". Y es que en su función primordial y fundamental, la supervivencia, es muy eficiente, impecable. Pero a pesar de su maravillosa eficacia para mantenernos vivos (o precisamente por ella) es altamente impreciso si lo medimos con la vara de la razón.

    Y es que no somos ni racionales ni analíticos por defecto, sino que nuestro cerebro juega a favor de la preconcepción de la realidad de cada uno, para justificar y ratificar, lo que de antemano creemos que es verdad. Todos nosotros procesamos la información de una manera diferente, distorsionada y parcial, justamente para favorecer nuestra coherencia interna. Aunque sea falsa, errónea o absurda, la damos como buena.

    Has oído hablar de ellos, seguro. Están en todas partes. Se llaman sesgos cognitivos, y caemos en ellos, o los practicamos de forma inconsciente a diario. Hay muchos errores de lectura, pero Miguel Jorge, nos describe los más

    ...